Se presentan con el disfraz ingenuo de ser grupos religiosos, centros
culturales, asociaciones musicales o talleres/seminarios de terapias cura lo
todo rápido. Se reúnen en cada esquina del pueblo, en casas particulares, en
centros cívicos, en cualquier salón de actos de cualquier institución municipal
o estatal. Ofrecen curaciones instantáneas, terapias salvíficas, técnicas de
relajación o control mental. Combinan el arte del engaño con la magia
histriónica de sus promulgadores y la fe del carbonero. Son los cultos que nos
invaden sin darnos cuenta. Pero, esto es sólo la imagen reluciente que nos
muestran.
En el reverso de sus ofrecimientos se encuentran técnicas peligrosas de
manipulación psicológica. Engaño, lavado de cerebro, control, explotación.
Muchos de estos cultos son destructivos, peligrosos y hasta satánicos. Liderados
por personas psicológicamente peligrosas, egoístas y mesiánicas. Pero, ¿qué es
un culto o una secta?. Algunos estudiosos del fenómeno opinan que son
deformaciones de las grandes religiones históricas, en particular del
Cristianismo. Una definición más precisa, sin embargo, delimita el término a un
movimiento totalitario caracterizado por la adscripción de personas totalmente
dependientes de las ideas del líder y de las doctrinas del grupo dirigidas por
el líder, que puede presentarse de varias formas, desde asociaciones
científicas, hasta grupos musicales que utilizan técnicas de control mental y
persuasión coercitiva. Pero, entonces, ¿qué hay de peligroso, satánico o
destructivo en agruparse en torno a una persona a quien se le reconoce como
líder?
Las características de los cultos, y por tanto también el grado de peligrosidad,
son reflejo de los rasgos de personalidad del líder de turno. Contrario a los
líderes que surgen de una masa concreta y pasan a liderarla, como por ejemplo un
partido político, los líderes cúlticos surgen de la nada social y pasan a crear
y moldear una masa que depende totalmente de su palabra o doctrina. Acostumbran
a presentarse con el sello de iluminados, escogidos por los dioses, capaces de
recibir e interpretar mensajes de ángeles, vírgenes o extraterrestres; son
poseedores de secretos tan interesantes como el día del Juicio Final, la llegada
de una Nave proveniente del Espacio o la Segunda Venida de Cristo. Alegan
conocer, como su misma casa, el cielo, por el cual se pasean con frecuencia con
billetes de ida y vuelta. Estos cuentos se fraguan para sobrevalorar las
capacidades del líder como único jefe de la tribu ante el cual no es posible la
discusión o duda. Al mismo tiempo, estas capacidades únicas sientan las bases
para la manipulación y crean en el incauto expectativas tales como estar entre
los elegidos y ser parte del remanente que quedará tras el Holocausto Final.
Los líderes cúlticos son mentirosos compulsivos. Saben que mienten y, cuando
fingen, sienten un inmenso placer. Sus mentiras se tejen con el objetivo de
crear una red para capturar adeptos, manipularlos, explotarlos, esclavizarlos.
Cualquier persona puede caer en sus redes. Pero creer en ellos o seguirlos no es
un asunto de mediocridad intelectual, de poca información o de exceso de
ingenuidad. La captación no es cuestión de coeficiente intelectual o de madurez
personal. Las personas que caen en estas redes sectarias no son menos
inteligentes que los que más. Tampoco son sujetos inmaduros. Cualquiera es
susceptible de caer en las redes cúlticas. Y las razones son muy personales y
variadas. Un súbito aumento irracional de frustación, debilidad o necesidad de
afecto ante situaciones como pueden ser la muerte, la enfermedad, el divorcio,
el fracaso profesional o académico, cuando la crítica racional disminuye y
aumenta la necesidad urgente e irracional de ser aceptados y mimados. Es decir,
ante cualquier situación humana límite estamos al borde de las sectas que nos
invaden.